El Etrusco no se llama así. Este es un nombre que le dimos mis amigos y yo. Creo que nadie, excepto él, sabe como se llama en realidad. Es un señor de raza árabe, con su carácteristico color de piel. Tiene el pelo negro, rizado y abundante. También tiene un bigote muy negro y muy poblado que hace de su cara de cuarenton una cara simpática.
No se si El Etrusco tendrá casa, supongo que sí, pero lo normal es verlo por la calle aq cualquier hora. Se gana la vida vendiendo pequeños objetos a los transeuntes e incautos, así como a los clientes de algunos bares. Su mercancía es variada pero curiosa: pequeños timbales que se tocan con un dedo; carteritas de cuero malo, monederos "hippies" de esos de tela multicolor. A veces también se hace con pequeños detalles de bisutería: cadenitas doradas o relojes trolex. El precio de todas estas cosas es a convenir entre el cliente y él. A veces cuestan un euro, a veces dos. En muchas ocasiones, especialemente para las chicas, son gratis, regalos, como dice él, que despiertan el sentimiento moral de los acompañantes de la misma y les hacen comprar alguna otra cosa.
Alguna vez, mis amigos y yo hemos invitado al Etrusco a tomar un café o una cerveza (Heineken®) en un pub y hemos hablado con él. No suele hablar de su vida, pero sí de sus logros. Aunque es una persona de "baja cultura cercana al analfabetismo", lo he visto hablar en más idiomas de los conocía: domina a la perfección el Danés y el castellano, asi como su árabe marroquí natal y un inglés con un acento muy divertido. También me cuentan que le han visto negociar en francés y portugués y una vez me hizo una demostración privada de alemán.
En mis últimas visitas a la Ciudad-pueblo no le he visto. Pero sin embargo, tube una conversación sobre él con uno de mis compañeros de botella. Me informó de que seguía vivo y como siempre. Que había aprendido nuevos chistes (he olvidado decir que una de las más grandes pasiones de este hombre es contar chistes) y que la última vez bailó a cambio de que le comprasen un monedero. Me habría gutado verlo bailar, una pena.
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