miércoles, 7 de junio de 2006

Mi rey particular

Por cierto, aprovecho el momento para enseñarte, amigo Jose, que si bien esos símbolos republicanos adornan mi pared, también hay signos monárquicos sobre mi mesa:
En la imágen podemos ver a un rey de los que a mi me gustan, armado con su espada preparándose para defender a sus súbditos, y no uno que se esconde tras guardaespaldas y helicópteros. Este rey tiene una sonrisa de seguridad en la boca, pues sabe que vencerá y que esto le hará ganarse a su pueblo una vez más. Sin embargo, la arruga torcida de sus ojos, se debe al temor a fracasar, al temor de fallar a los plebeyos y que eso provoque que le arranquen de su trono y lo conviertan en uno más. Es un rey que vive entre lujos, pero que también sabe ganarselos; que no vive para irse a esquiar o para dar un discurso en navidades, si no que ejerce la política de su país y da la cara por él.

5 comentarios:

J.L. García Íñiguez dijo...

juuuuuuuassssssss No puedo más que cagarme en su imagen de rey. ¿La palabra plebeyo quién te la enseñó? ¿El Papa? Maldita conciencia de agachar la cabeza ante el poderoso. Me reitero: qué bien vivimos los ácratas.

J.L. García Íñiguez dijo...

Abrazarte a una bandera. Morir por un Estado. A la mierda! Yo me cago en los Estados y en las fronteras. Y a tomar por culo los ministerios de defensa.

Unknown dijo...

es fácil hablar de un mundo sin banderas ni estados, es fácil soñar. Pero la única forma de conseguirlo es mediante la conquista, ya que hay demasiados nacionalismos e intereses. Francamente, prefiero la multitud de estados que la guerra por la conquista del estado único.

J.L. García Íñiguez dijo...

Conformismo... Esa actitud tan asquerosa y tan vigente en nuestros días...

Anónimo dijo...

Pacifismo más bien.