Habían pasado muchos años desde que la flor de la vida se marchitó para ella. Él tenía ya 87 años. No se conocían, nunca se habían visto. Coincidieron por casualidad en aquella playa, los dos solos.
No acertaría a decir quien dio el primer paso, pero cuando se acercaron, descubrieron que se amaban desde antes de nacer. Se juraron que nunca más estarían solos.
El murió a los pocos meses, el diganóstico fue la vejez. La causa, tal vez, la soledad pasada.
Ella apenas vivió un año más. El dignóstico fue ahogamiento. La causa, la soledad presente.
Fotografías cortesía de look at me
Post publicado originalmente en microrelatos
3 comentarios:
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